Durante el último año un número significativo de países desarrollados y del tercer mundo iniciaron procesos de transformación social y política a partir de levantamientos, revoluciones y movimientos impulsados por una ciudadanía hasta ahora distanciada e incluso segregada de la esfera política. En algunos países el imperio del mercado, en otros la fuerza represiva de regímenes autoritarios, en los más privilegiados, un nihilismo extendido producto del bienestar material acumulado, venía desde hace años o décadas anestesiando a unas sociedades civiles que ponían cada vez más de espaldas al quehacer del Estado. En los últimos meses se ha visto como estas sociedades han dado la vuelta y se han plantado cara a cara frente a unos Estados que no han sabido cómo responder democráticamente a unas demandas de representación, participación y transformación, con las que parecen haber olvidado lidiar. Más allá de la especificidad de las reivindicaciones de “los indignados” en el sur de Europa y Estados Unidos, de la “primavera árabe”, o de los movimientos estudiantiles en Chile, Colombia o Inglaterra, puede reconocerse un común denominador en la base de revitalización social de la política: ha quedado en evidencia el agotamiento de las formas de articulación entre la sociedad y el Estado tal como estaba configurada.
Publicado: 2018-07-01