El imaginario que se ha ido instalando en el mundo que vivimos, ha desechado lo que ha sido un elemento constitutivo hasta ahora en la historia de la humanidad: la capacidad de soñar con un mundo distinto y mejor al que hemos sido capaces hasta ahora de construir. Hemos pasado abruptamente desde una época casi delirantemente utópica, al descrédito y desplome casi absoluto de todas las utopías. El desplome de los intentos por plasmar históricamente la construcción utópica de un mundo sin explotación, desarrollada en el marco de los socialismos reales, implicó para gran parte de la intelectualidad progresista el derrumbe de sus apuestas históricas, pero también un notorio detrimento de la influencia del ideario progresista en la arena política, y una desorientación y pérdida de rumbo de gran parte, por no decir de todas, las organizaciones políticas cuyo sentido histórico ha sido constituirse en la expresión de los intereses populares y de los sectores sociales menos privilegiados.
Publicado: 2018-07-01